alergias e intolerancias alimentarias

Nuestra dieta y nuestro estilo de vida, entre otros factores, está propiciando el aumento del número de alergias e intolerancias alimentarias. ¿Qué son, cómo se diagnostican, qué porcentaje de la población es alérgico o intolerante, por qué pueden aparecer en la edad adulta?

La primera duda que surge en este ámbito es la diferencia entre alergia e intolerancia. La clave radica en nuestro sistema inmunitario, que es el que ayuda a nuestro cuerpo a combatir infecciones y otros agentes externos. En el caso de la alergia, se produce una reacción exagerada frente a determinadas sustancias, como polen, ciertos alimentos, caspa o pelo de mascotas o veneno de abejas, entre otros. Por su parte, intolerancia es un término que abarca diferentes tipos de reacciones adversas a alimentos, pero no relacionadas con el sistema inmunológico.

“Hay que distinguir las reacciones tóxicas -causadas por el propio alimento porque está contaminado o mal procesado-, de aquellas creadas por las peculiaridades del propio individuo. Entre estas reacciones adversas está la alergia: es una reacción anómala del sistema inmunológico, que reconoce de manera específica uno o varios alimentos -cuando es una alergia alimentaria- y pone en marcha una serie de mecanismos de agresión, porque considera que dicho alimento, como por ejemplo la leche o el cacahuete, es dañino”, explica la alergóloga María José Goicoechea, miembro del Comité de Alergia a los Alimentos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC).

La alergia, por tanto, se produce porque el mecanismo de tolerancia del aprendizaje no se ha desarrollado en la infancia o se altera en la edad adulta. “Es importante recalcar que la alergia es potencialmente fatal. Habitualmente, es inmediata a la ingesta y suele asociarse a síntomas cutáneos, aunque también pueden aparecer síntomas digestivos”, señala la doctora Goicoechea.

Las estimaciones son que, aproximadamente, casi un 6% de niños puede tener una alergia, un porcentaje que se reduce al 3% en adultos. Se pueden producir en cualquier momento de la vida: se puede no ser alérgico a un antibiótico o a un alimento a los 20 años y convertirse en alérgico a los 50. “El motivo es la reacción cruzada de alimentos con otro tipo de sustancias, de manera que el sistema inmune los considera nocivos y extraños y los ataca”, detalla la doctora Guadalupe Blay, responsable del Grupo de Trabajo de Endocrinología y Nutrición de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG)

Las intolerancias, por su parte, pueden deberse a una mala metabolización del alimento que causa, con frecuencia, síntomas digestivos. Así sucede con la intolerancia a la lactosa: es la más frecuente y puede aparecer desde el nacimiento o adquirirse posteriormente, por ejemplo, al sufrir una gastroenteritis. Por otro lado, están los trastornos funcionales, que cada vez se conocen más y que son los que más afectan a la población y que se manifiestan con síntomas digestivos.

Los principales síntomas digestivos de las intolerancias son hinchazón, flatulencia y diarrea. No son fatales, pero afectan a la calidad de vida y pueden aparecer entre media hora y dos horas tras la ingesta.

No existen pruebas que puedan alertar de manera fiable la presencia de alergias e intolerancias

¿Aumenta la incidencia de alergia e intolerancias alimentarias?

La experta subraya que ve más casos en su consulta, con más casos de alergia y de trastornos funcionales digestivos. Las intolerancias, como indica la doctora Goicoechea, “probablemente están motivadas por el tipo de dieta y el tipo de vida que llevamos”. “Cada vez hay más alergias e intolerancias: no es una opinión, es un hecho relacionado con la teoría de la higiene y con cambios en la microbiota intestinal”, añade la doctora Blay.

En cuanto a la detección, no existen pruebas que puedan alertar de manera fiable la presencia de alergias e intolerancias, aunque debe existir la sospecha si, por ejemplo, madre y padre son alérgicos. “Por tanto, no es adecuado hacer un diagnóstico ‘preventivo’. Una vez que aparecen los síntomas, debe acudirse al médico de cabecera, que valorará si puede manejarlo y si debe derivarlo a un médico experto en alergias o en el aparato digestivo”, detalla Goicoechea.

Tras el diagnóstico, debe tenerse en cuenta que las precauciones que debe tomar un alérgico, ya que una exposición al alergeno puede tener consecuencias fatales, incluso a dosis muy bajas. “Incluso una exposición al olor puede llegar a causar una reacción, algo que no sucede en las intolerancias. Como precaución, en la alergia la evitación debe ser mucho más estricta”, recalca la alergóloga.

Epidemia de bulos

Los retos son numerosos en este ámbito, como la falta de coordinación entre profesionales sanitarios -especialmente con los nutricionistas- y las pseudoterapias. Como subraya la doctora Goicoechea, “son pacientes que, en ocasiones dan muchas vueltas de consulta en consulta y, en ocasiones, caen en manos de técnicas, dietas y test no demostrados científicamente. No tanto en los alérgicos como en las personas con síntomas digestivos, con mucha afectación en su calidad de vida. Hay que fiarse de los profesionales sanitarios que ofrecen un diagnóstico y un tratamiento basado en la evidencia científica, aunque es verdad que los pacientes buscan otros caminos. Sería ideal que, en la sanidad pública, hubiera unidades con médicos alergólogos, especialistas en el aparato digestivo y nutricionistas, que valoraran los síntomas funcionales, que, en la mayor parte de los casos de los síntomas digestivos, no son alérgicos”.

“La Atención Primaria es el primer nivel asistencial, el lugar donde se detecta todo. Y así sucede en este ámbito. Así, en el caso de la alergia, el paciente acude a la consulta con cuadros sintomáticos, además de los gástricos, con erupciones en la piel y picores. Para las pruebas de detección, se remite al alergólogo, que determina si se trata de alergia. El seguimiento se realiza en Atención Primaria, aunque es recomendable una revisión anual realizada por el especialista, si procede”, describe la doctora Blay, que agrega que, si se produce una intolerancia, “los pacientes suelen acudir por síntomas digestivos, hinchazón, diarrea…, con un seguimiento también a cargo del médico de cabecera. Los niños son atendidos por los pediatras en las zonas urbanas y por los médicos de Atención Primaria en zonas rurales”.

Hay que confiar en los profesionales sanitarios que ofrecen un diagnóstico y un tratamiento basado en la evidencia científica

En cuanto a los shocks anafilácticos, que suelen producirse a la segunda exposición a un alimento o sustancia, se remite a los servicios de Urgencias.

Los bulos son una gran preocupación en el campo de la nutrición. Por eso, la SEAIC está trabajando para atajarlos, desde su comité de alimentos y está en marcha la elaboración de una serie de recomendaciones.

Más prevención

En el campo de la prevención, existen diferentes líneas de investigación abiertas. Como recuerda la doctora Goicoechea, “hasta hace unos 10 años solo teníamos como recursos la evitación y el tratamiento de las reacciones. Pero, desde hace un tiempo, se están desarrollando tratamientos proactivos para el tratamiento de las alergias e, incluso, conocemos cada vez más formas de hacer prevención primaria, reduciendo el riesgo de aparición de alergia alimentaria. Así se ha demostrado en un estudio realizado en Reino Unido, con la introducción precoz del cacahuete, favoreciendo así que no aparezcan tantas alergias: se ha visto que el antiguo concepto de no dar al niño un determinado producto hasta que creciera es erróneo, al menos con este alimento”.

Aunque, como subraya, debe tenerse en cuenta que este abordaje tiene sentido en la población anglosajona por la incidencia de la alergia a este alimento “porque, probablemente, en España no estaría indicado, hay que valorarlo. En cualquier caso, la introducción precoz de alimentos favorece a que el niño aprenda esa tolerancia”.    

“Hay que hacer hincapié en que cada vez hay más tipos de dieta, bien por cuestiones religiosas, éticas o culturales, bien porque hay gente que no puede comer determinados alimentos, porque se muere”, advierte la doctora Blay.

Un último aspecto clave a tener en cuenta es el del etiquetado, con información obligatoria de los alérgenos, por lo que se recomienda que sea leída con la máxima atención por parte de las personas con alergias o intolerancias.

María José Goicoechea es miembro del Comité de Alergia a los Alimentos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC). Además, es responsable del laboratorio de Alergología y especialista en Alergología e Inmunología Clínica en la Clínica Universidad de Navarra. Ha publicado más de 49 artículos en revistas internacionales y 7 capítulos de libros y ha desarrollado una aplicación móvil y web para monitorización de pacientes en tratamiento con inmunoterapia oral (www.oitcontrol.com).

Guadalupe Blay es responsable del Grupo de Trabajo de Endocrinología y Nutrición de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). Licenciada en Medicina y Cirugía General, tiene un máster en Alimentación y Dietoterapia y un postgrado en Nutrición, Dietética y Dietoterapia. Es médico interino del Centro de Atención Temprana y Discapacidad (CATI) del Instituto Aragonés de Servicios Sociales.

Javier Granda Revilla es periodista freelance especializado en salud con 25 años de experiencia. Colabora con El Mundo, Diario Médico, La Razón, Muy Interesante, El Confidencial y Forbes, entre otros medios. Es vicepresidente de la Junta Directiva de la Asociación Nacional de Informadores de Salud (ANIS), institución que agrupa a más de 600 comunicadores de salud, que le concedieron el Primer Premio a la Mejor Labor de Comunicación. Es también miembro de la Asociación Española de Comunicación Científica y de Comunica Biotec. En 2021 fue premiado por la Sociedad Española de Hematología y Hemostasia por un reportaje publicado en Diario Médico.