Por Javier Granda Revilla.

Cuenta la mitología que Atenea y Poseidón rivalizaban por dar nombre a la capital de Grecia. Zeus, como árbitro, les pidió que hicieran un prodigio para resolver la disputa: el dios del mar golpeó la tierra con su tridente y brotó un manantial de agua salada, aunque otras fuentes aseguran que fue un caballo. Atenea, por su parte, golpeó una roca con su lanza y creció un olivo. Los habitantes de la ciudad decidieron llamarla Atenas en su honor y elegirla como patrona. A día hoy, un olivo se mantiene en la Acrópolis, junto al Erecteion, recordando la historia.

Pero el origen del árbol es más prosaico: surge en una franja desde el sur del Cáucaso hasta la costa de Siria. De allí pasó a Chipre y Egipto y, hace unos 3.000 años y de la mano de los fenicios, llegó a España. Aunque tuvieron que pasar unos cuantos siglos, cuando Roma conquista Hispania, cuando su cultivo se potencia.

Hoy, el aceite de oliva es un elemento fundamental de nuestra dieta, aunque ha tenido que superar una injusta mala fama. Javier Sánchez Perona, científico titular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), valora las investigaciones científicas que se vienen realizando desde la segunda mitad del siglo XX y que han permitido variar esa injusta opinión.

“Entonces se empezó a hablar de dieta mediterránea como un estilo de vida y nos dimos cuenta que el aceite era fundamental en ella y que no puede faltar, es indispensable. Se promovió muchísima investigación con resultados muy llamativos a favor del aceite de oliva virgen y, poco a poco, logró cambiarse esa percepción. Y no solo en los países mediterráneos, sino en todo el mundo”, recuerda.

El aceite de oliva virgen contiene una concentración elevada de numerosos compuestos bioactivos, lo que ha propiciado muchas investigaciones para demostrar que su consumo está relacionado con reducciones de la presión arterial en hipertensos y que juega un papel en estrés oxidativo, en enfermedades inflamatorias y degenerativas e, incluso, en cáncer.

El aceite de oliva virgen contiene una concentración elevada de numerosos compuestos bioactivos

Un aceite muy particular

La investigación de Sánchez Perona se centra en el aceite de orujo de oliva. “Es un aceite muy particular: se obtiene después de la elaboración del aceite de oliva virgen y, con los residuos que quedan, se extrae por métodos químicos. Y ese proceso permite que pasen al aceite de orujo de oliva muchos de estos compuestos químicos bioactivos del aceite de oliva virgen. Por eso creo que es un aceite con una proyección de futuro muy interesante desde el punto de vista de la salud”, detalla.

Javier Sánchez Perona: “el aceite de oliva es un elemento fundamental de nuestra dieta, aunque ha tenido que superar una injusta mala fama”

Los primeros trabajos se dedicaron al aceite de orujo de oliva y la enfermedad cardiovascular. Pero, hace unos cuatro años, se planteó que los procesos de tipo inflamatorio que tienen lugar en las personas con Alzheimer se parecen mucho a los mismos procesos inflamatorios que tienen lugar en la ateroesclerosis.

Por eso, piensa que de la misma manera que el aceite de orujo de oliva podría contribuir a frenar el desarrollo de la placa de ateroma a través de la reducción de la inflamación, lo mismo podría suceder en el cerebro. “Y en esto estamos centrados ahora”, indica.

 

 

Javier Sánchez Perona es científico titular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y trabaja en el Instituto de la Grasa en el departamento de Alimentación y Salud. Además, es profesor asociado de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, donde imparte clases sobre Educación Nutricional y Métodos de Investigación en Nutrición, entre otras asignaturas. Es colaborador habitual de medios de comunicación y responsable del blog Malnutridos.

Javier Granda Revilla es periodista freelance especializado en salud con más de 20 años de experiencia. Colabora con El Mundo, Diario Médico, Telemadrid y La Razón, entre otros medios. Es vocal de la Junta Directiva de la Asociación Nacional de Informadores de Salud (ANIS), institución que agrupa a más de 600 comunicadores de salud, que le concedieron el Primer Premio a la Mejor Labor de Comunicación. Es, desde 2009, profesor de Comunicación Científica en el Máster ESAME de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona. Acaba de ser premiado por la Sociedad Española de Hematología y Hemostasia por un reportaje publicado en Diario Médico.