Los datos resultan estremecedores: cada uno de los ciudadanos de la Unión Europea desperdicia 131 kilogramos de comida al año en el hogar. En total, unos 59 millones de toneladas de alimentos. Y el impacto económico también es tremendo: estas pérdidas suponen 132.000 millones de euros. Una cifra que resulta desoladora cuando hay en la Unión Europea 37 millones de personas que no pueden permitirse una comida de calidad que incluya carne, pescado o su equivalente vegetal cada dos días. A todo ello debe sumarse el impacto en el medio ambiente del desperdicio alimentario. Por todos estos motivos, las autoridades de Bruselas llevan años poniendo en marcha estrategias para reducir este desperdicio de alimentos, con iniciativas económicas, sociales y medioambientales.
Ioannis Virvilis es portavoz de la Unión Europea, en el departamento de prensa de la Representación de la Comisión Europea en España. Como explica, las últimas cifras provienen de 2021 y fueron recabadas por la oficina de estadística Eurostat. “Sabemos que el 54 % del desperdicio de alimentos se origina en los hogares, mientras que el resto se genera en la cadena alimentaria. Esta diferencia se debe a que muchos sectores de dicha cadena ya cuentan con estrategias para no desperdiciar la comida. De cualquier forma, nuestro objetivo global es que se reduzca a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita de aquí a 2030”, anuncia.
Un aspecto llamativo es la diferencia entre países. Como detalla, España, con menos de 100 kilogramos de desperdicios al año por habitante, se sitúa entre los países de la Unión Europea que menos alimentos tiran, junto con Suecia, Croacia y Eslovenia, que es el que menos alimentos despilfarra.
“Lo que sí se observa en todos los países de la Unión Europea es la conciencia de la ciudadanía en cuanto a la necesidad de evitar el despilfarro: por ejemplo, en 2022, la Comisión celebró una serie de debates —que conocemos como la Conferencia sobre el Futuro de Europa— con la participación de ciudadanos de todas las condiciones y países de la Unión Europea con el fin de detectar las preocupaciones comunes para transformarlas en políticas europeas. Además de los asuntos climáticos, una de las propuestas que prevaleció fue precisamente la de legislar para evitar la pérdida de alimentos”, recalca.
Definir el problema para atajarlo
2016 fue el año en que se comenzaron a impulsar políticas europeas para luchar contra el desperdicio. Desde su punto de vista, el balance “es bueno. En estos años hemos sentado las bases que permitirán a la UE en su conjunto cumplir con los objetivos de reducción de residuos alimentarios de cara al 2030. Hemos acordado criterios y definiciones comunes que ya se están utilizando para medir el desperdicio de alimentos de una forma consistente: si no existe una definición común es imposible atajar el problema, y en eso nos hemos centrado”.
También destaca que se han hecho avances importantes para facilitar la donación de alimentos y el uso de alimentos que ya no son aptos para el consumo humano y transformarlos en pienso para animales.
“Cada ciudadano de la Unión Europea desperdicia 131 kilogramos de comida al año en el hogar”
“Asimismo, la Unión Europea ha trabajado para mejorar la comprensión y el uso de las indicaciones de consumo preferente y fecha de caducidad. Y algo muy importante: hemos puesto en marcha la Plataforma de la Unión Europea sobre pérdidas y desperdicio de alimentos, que permite intercambiar buenas prácticas, poner en contacto a los actores clave dentro del sector y hacer un seguimiento de los objetivos”, añade.
Con respecto al futuro, Virvilis explica que se está avanzando con la revisión de la Directiva marco sobre residuos. En ella, se proponen objetivos vinculantes para los países de la Unión Europea.
“Concretamente, de cara al 2030, la Comisión propone reducir en un 10 % los desperdicios resultantes de la transformación y la fabricación de alimentos, y en un 30 % (per cápita) conjuntamente en la venta al por menor y el consumo (restaurantes, servicios de restauración y hogares). El texto debe ahora ser aprobado por los dos colegisladores de la Unión Europea, es decir el Consejo —los ministros de los países de la Unión Europea— y el Parlamento Europeo. Por su parte, el Consejo dio su visto bueno a la revisión este otoño y el voto en la comisión del Parlamento Europeo está previsto para febrero de 2024. Así que estas son señales claras de avance”, anuncia.
“La Unión Europea ha trabajado para mejorar la comprensión y el uso de las indicaciones de consumo preferente y fecha de caducidad”
Impulsar la economía circular
Todas estas iniciativas están íntimamente ligadas con la economía circular, señala el portavoz, que recuerda que en 2015 se presentó el Plan de Acción para la Economía Circular, “que queda respaldado por otras dos iniciativas de calado: la primera es la Directiva marco sobre residuos, mientras que la segunda es la Estrategia «de la Granja a la Mesa». Todas ellas contribuirán al objetivo conjunto de reducir a la mitad los residuos alimentarios per cápita dentro de la Unión Europea de aquí a 2030”.
El planteamiento se basa en diferentes objetivos como la prevención, es decir, evitar la pérdida y el desperdicio de alimentos; en la reutilización para el consumo humano, mediante la redistribución y los bancos de alimentos, o con otro fin, como los piensos; en reutilizar lo reciclado, recuperando los subproductos, y reutilizar los nutrientes para usos como el compostaje; y en la recuperación, con la incineración que permite recuperar energía. “De esta forma pasamos de la linealidad, “hacer-usar-desechar», a la circularidad”, resume.
Por todos estos motivos, Virvilis insiste que llegar a la circularidad “es un trabajo de todos: hogares, sectores y, por supuesto, gobiernos. De ahí que muchos de ellos, como el español, cuenten con planes de economía circular que contemplan medidas para prevenir los desperdicios de alimentos y promover la circularidad de la cadena alimentaria”.
Javier Granda Revilla es periodista freelance especializado en salud con 25 años de experiencia. Colabora con El Mundo, Diario Médico, La Razón, Muy Interesante y Forbes, entre otros medios. Es vicepresidente de la Junta Directiva de la Asociación Nacional de Informadores de Salud (ANIS), institución que agrupa a más de 600 comunicadores de salud, que le concedieron el Primer Premio a la Mejor Labor de Comunicación. Es también miembro de la Asociación Española de Comunicación Científica y de Comunica Biotec. En 2021 fue premiado por la Sociedad Española de Hematología y Hemostasia por un reportaje publicado en Diario Médico.