La sostenibilidad es un concepto complejo que se puede estudiar desde un punto de vista holístico, aunque realmente se basa en tres pilares fundamentales:
El económico, se refiere al crecimiento económico y la prosperidad. La sostenibilidad económica requiere que los sistemas económicos sean equitativos y justos, y que utilicen los recursos de manera eficiente y responsable.
El social, contempla el bienestar de las personas y las comunidades. La sostenibilidad social busca que se garanticen los derechos humanos fundamentales, como la educación, la salud y la vivienda. También requiere que se promueva la equidad y la inclusión social.
El ambiental, abarca la protección del medio ambiente. La sostenibilidad ambiental exige que se conserven los recursos naturales, se reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero y se proteja la biodiversidad.
Estos tres pilares que están interconectados, se necesitan y retroalimentan mutuamente para lograr un desarrollo sostenible. Por ejemplo, el crecimiento económico puede ayudar a mejorar el bienestar social y ambiental, pero solo si se basa en prácticas sostenibles.
Hay que señalar que la integración de la sostenibilidad en la gobernanza se remonta a la antigüedad, ya que se promulgaban leyes encaminadas, en su mayor parte, a la conservación de los recursos naturales, como la protección de los bosques, mediante la regulación de las talas incontroladas; de los ríos y los océanos, prohibiendo la pesca en ciertos periodos del año para respetar las pausas biológicas y garantizar el mantenimiento de los caladeros; de la fauna, regulando la caza y prohibiendo la que era de tipo furtiva.
Sin embargo, la preocupación por la sostenibilidad se intensificó durante la Revolución Industrial debido a la rápida industrialización y el crecimiento de la población, con un impacto en el medio ambiente que no se tenía en cuenta y que era menos prioritario que el crecimiento económico, que llevaron a una mayor degradación ambiental. En la década de 1970, el concepto de desarrollo sostenible comenzó a ganar terreno, en ese momento la Comisión Brundtland de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) definió el desarrollo sostenible como «el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades».
Este concepto ha sido adoptado en la actualidad por gobiernos de los países o territoriales como la Unión Europea u Oceanía, organizaciones internacionales y empresas de todo el mundo. La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, adoptada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2015, establece 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que abordan una amplia gama de temas, incluida la sostenibilidad y que además se ha plasmado, a través de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el enfoque Una Sola Salud.
Por tanto, la gobernanza sostenible implica un enfoque holístico para la gestión de los recursos naturales y el medio ambiente, que tiene una perspectiva histórica y que implica la participación de todos los niveles de gobierno, desde el local hasta el global, así como de las organizaciones de la sociedad civil, el sector privado y los ciudadanos. Debe estar basada en los principios de inclusión y participación puesto que todos los interesados deben ser incluidos en el proceso de toma de decisiones, de transparencia y rendición de cuentas, de equidad, justicia eficiencia y eficacia.
Acciones como la creación de áreas protegidas para conservar la biodiversidad, la promulgación de leyes y regulaciones que protejan el medio ambiente, la inversión en energías renovables y tecnologías limpias o la promoción de prácticas sostenibles en la agricultura, la silvicultura o la pesca, constituyen ejemplos que los gobiernos pueden adoptar para garantizar las necesidades presentes sin comprometer el futuro.
Sin embargo, la complejidad estructural de los temas a tratar hace que las decisiones relacionadas con la sostenibilidad estén sometidas a un proceso continuo de aprendizaje, revisión y adaptación. A medida que los desafíos ambientales se vuelven más complejos, se necesitan no sólo nuevas formas de gobernanza para abordarlos, sino una formación muy sólida alejada de las meras voluntades, intereses políticos coyunturales o deseos bienintencionados pero carentes tanto de bases científicas como de conocimientos básicos.
Debido a la complejidad y diversidad de los conceptos que se manejan en sostenibilidad se hace necesaria una formación específica y formal en sostenibilidad frente a abordajes más intuitivos y populistas como los que se proponen en algunos contextos. Una educación formal en sostenibilidad puede ayudar a comprender en profundidad los conceptos y teorías de la sostenibilidad, como los tres pilares que integran la misma, los impactos ambientales de las actividades humanas y las soluciones a los problemas ambientales y proporcionar una base sólida de conocimientos, habilidades y valores que son esenciales para abordar los desafíos ambientales y sociales de nuestro tiempo frente a personas que pueden manejar algunas ideas básicas sobre las dificultades ambientales y las soluciones sostenibles, pero no poseen ni una comprensión profunda ni las habilidades necesarias para abordar estos problemas. De igual manera puede fomentar el pensamiento crítico, la resolución de problemas, la comunicación y la colaboración para en última instancia despertar su responsabilidad social, la justicia ambiental y la equidad, lo que permite comprender los desafíos ambientales y sociales de manera más completa y desarrollar soluciones más efectivas.
En el Real Decreto 822/2021, de 28 de septiembre, por el que se establece la organización de las enseñanzas universitarias y del procedimiento de aseguramiento de su calidad, ya se señala en el artículo cuatro que los planes de estudios deberán tener como referente los principios y valores democráticos y los ODS y, en particular el tratamiento de la sostenibilidad y del cambio climático, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 35.2 de la Ley 7/2021, de 20 de mayo, de Cambio Climático y Transición Energética. Ya se plantea, por tanto, que formalmente los conceptos de sostenibilidad y cambio climático deben ser incluidos en los planes de estudios universitarios.
Llegados a este punto se plantea la disyuntiva sobre si puede ser más eficaz para la enseñanza de la sostenibilidad en educación superior una formación específica y generalista o si por el contrario deben introducirse conceptos relacionados con la sostenibilidad de manera transversal al currículo.
La creación de programas de sostenibilidad específicos, especialmente en la fase de formación de postgrado, es una forma eficaz de proporcionar a los estudiantes una educación más profunda sobre este tema. Sin embargo, el abordaje integral de todos los conceptos relacionados con la sostenibilidad puede ser muy complejo y, por tanto, habitualmente, estos programas se suelen centrar en un área específica de la sostenibilidad, como el cambio climático, la gestión de residuos o la sostenibilidad empresarial, lo que les resta eficacia en la formación integral en sostenibilidad para los estudiantes que los cursan.
La integración transversal de conceptos de sostenibilidad en los planes de estudios es una alternativa a la creación de programas de sostenibilidad específicos. De esta forma se puede proporcionar una educación en sostenibilidad a todos los estudiantes, independientemente de su especialidad, al integrar los conceptos de sostenibilidad en los currículos existentes. Se ayuda a promover la sostenibilidad como un valor universal y se transmite la idea de que la sostenibilidad es un tema transversal que afecta a todos los aspectos de la vida.
En cualquier caso, la enseñanza de la sostenibilidad en educación superior debe ser un proceso activo y participativo. Los estudiantes deben tener la oportunidad de aprender sobre la sostenibilidad a través de una variedad de métodos, que pueden incluir desde conferencias, talleres, proyectos y experiencias de campo. Estos abordajes pedagógicos pueden encontrar reticencias en los cuerpos docentes puesto que se requiere una planificación cuidadosa de las nociones y las temáticas, cierta dificultad para la integración de los conceptos en materias ya establecidas y una mayor dificultad en la evaluación de los contenidos relacionados con la sostenibilidad, que en muchas ocasiones obedecen a percepciones subjetivas antes que a elementos fácilmente mesurables mediante pruebas objetivas. No obstante, se están desarrollando herramientas para la evaluación en el contexto de los grados y postgrados universitarios.
Además, la educación en sostenibilidad es esencial para preparar a los estudiantes para un futuro sostenible. Al proporcionar a los estudiantes estas herramientas, podemos ayudar a crear una generación de líderes que puedan abordar los desafíos ambientales y sociales de nuestro tiempo. Los futuros profesionales pueden desarrollar un amplio abanico de profesiones que pueden oscilar desde carreras en el sector público, privado o entidades, organizaciones o asociaciones sin ánimo de lucro, trabajando para abordar los desafíos ambientales y sociales, como educadores y concienciadores sobre problemas ambientales o promotores de soluciones sostenibles.
En definitiva, una formación formal en sostenibilidad puede ayudar a las personas a tener un impacto positivo en el mundo y una mejora del desarrollo económico basado en la economía de la ecología.
“Una educación formal en sostenibilidad puede ayudar a comprender en profundidad los conceptos y teorías de la sostenibilidad”
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José Ignacio Aguirre de Miguel es doctor en Ciencias Biológicas, investigador, Profesor Titular de Zoología y Vicedecano de Calidad, Innovación y Sostenibilidad en la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Complutense de Madrid. También codirige el Grupo de Seguimiento de Biodiversidad de la Universidad Complutense de Madrid.
Es profesor de dos másteres universitarios (Zoología y Biología de la Conservación) y del Grado en Biología de la Universidad Complutense de Madrid. Colabora igualmente con diversas instituciones extranjeras como la Universidad Nacional de Guinea Ecuatorial o la Universidad de Georgia, EE.UU. donde es profesor invitado.
Sus líneas de investigación tienen como eje vertebrador la interacción entre el ser humano y la fauna silvestre, utilizando como modelos animales las aves. Ha participado como investigador en numerosos proyectos tanto de la Agencia Estatal de Investigación como de otras administraciones públicas y gobiernos municipales y autonómicos.
A lo largo de su trayectoria ha participado en proyectos de innovación educativa, aprendizaje servicio y proyectos de cooperación internacional. Así mismo ha publicado más de 50 artículos científicos, capítulos de libros y artículos de divulgación.