Por Javier Granda Revilla. 

El verano es sinónimo de vacaciones, de desconexión, de tratar de leer ese libro que tenemos pendiente desde hace tanto, de pasar tiempo con la familia. Y, este año, de tratar de recuperarnos y pensar que volveremos a nuestra ansiada normalidad previa a la pandemia.

Pero el verano también es, lamentable e inevitablemente, sinónimo de intoxicaciones alimentarias. ¿A qué factores se debe? Beatriz Robles, nutricionista y experta en seguridad alimentaria, destaca el calor como el primero de ellos. “Al subir la temperatura, las bacterias se multiplican mucho mejor, lo que supone un gran problema”, advierte.

Además, como añade, “en este periodo del año nos juntamos más en comidas familiares y en celebraciones como bodas. Y, si hay algún problema con algún alimento, es más fácil que afecte a muchas más personas, lo que llama mucho la atención”.

El verano también implica relajación en todos los sentidos. Pero debemos mantener la guardia con los alimentos. Como explica la nutricionista, “a veces nos llevamos la comida para pasar el día fuera, sin las mínimas condiciones de control de temperatura o de higiene. Incluso, a veces, compramos comida en canales no controlados, como en la playa, en festivales o en celebraciones. Muchas de estas situaciones son el caldo de cultivo perfecto  para la multiplicación de microorganismos y que haya intoxicaciones alimentarias”.

Ojo con el calor

¿Cuál sería el primer aspecto a tener en cuenta? Sin duda, las temperaturas a las que tenemos los alimentos. “Tenemos que tener mucho cuidado para no tener alimentos de riesgo fuera del frigorífico durante mucho tiempo. Y tener en cuenta que el concepto ‘mucho tiempo’ significa más de una hora. Puede parecer muy obvio, pero llega la sobremesa y, muchas veces, nos olvidamos”, recalca. Los alimentos más sensibles al calor son las comidas ya preparadas o cocinadas o alimentos que contienen algún alimento crudo, como la mayonesa casera.

Otro ámbito que no debe olvidarse jamás es respetar las prácticas higiénicas: el lavado de manos, la limpieza de las superficies y evitar la contaminación cruzada, es decir, no utilizar los mismos utensilios en distintos alimentos. El motivo es que los microorganismos de un alimento crudo –como la carne– pueden pasar a otros, como las ensaladas.

También debemos controlar la temperatura a la que tenemos programado el frigorífico y el congelador, a 4º y -18º, respectivamente. Y la comida caliente, recién cocinada no debería dejarse enfriar fuera del frigorífico. “Cuando acabamos de cocinarla, podemos dejarla atemperar unos minutos, nunca más de una hora, y la pasamos directamente al frigorífico. Si no, podemos tener problemas. Este es un aspecto que no suele tenerse en cuenta y, a veces, se cocina algo y se deja enfriar durante horas en la encimera de la cocina. Y es una mala práctica”, subraya.

Un último consejo que debe hacerse siempre pero que es fundamental por las temperaturas de esta época es que, cuando descongelemos, no debemos hacerlo en la encimera de la cocina. Debe hacerse en el frigorífico. “La descongelación adecuada es la que se hace pasando al alimento al frigorífico, de manera que se hace de manera muy lenta. Si se nos ha olvidado o no hemos planificado y queremos hacer una descongelación rápida, lo haremos en el microondas. Pero nunca poniendo el alimento bajo un chorro de agua caliente o, como he comentado, dejándolo en la encimera”, concluye.

 

Beatriz Robles se licenció en Ciencia y Tecnología de los Alimentos en la Universidad de León y se graduó en Nutrición Humana y Dietética en la Universidad Isabel I. Es Máster Internacional en Auditoría de Seguridad Alimentaria. Ha escrito el libro Come seguro comiendo de todo, editado por Planeta, que incluye las pautas y consejos de este post y otros para, por ejemplo, llevar la comida a nuestro puesto de trabajo, de picnic o a la playa. Y sobre peligros de los que no somos conscientes, como los referidos a los alimentos crudos. Además, el volumen repasa la seguridad alimentaria en mujeres embarazadas, niños y personas mayores.

Javier Granda Revilla es periodista freelance especializado en salud con más de 20 años de experiencia. Colabora con El Mundo, Diario Médico, Telemadrid y La Razón, entre otros medios. Es vocal de la Junta Directiva de la Asociación Nacional de Informadores de Salud (ANIS), institución que agrupa a más de 600 comunicadores de salud, que le concedieron el Primer Premio a la Mejor Labor de Comunicación. Es, desde 2009, profesor de Comunicación Científica en el Máster ESAME de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona. Acaba de ser premiado por la Sociedad Española de Hematología y Hemostasia por un reportaje publicado en Diario Médico.