Por Javier Granda Revilla.

Dos años después de la llegada de la pandemia que convulsionó al mundo, con más de 400 millones de casos diagnosticados de la Covid-19 y más de cinco millones de fallecidos, seguimos navegando en mares inciertos y surfeamos la sexta ola. Entre aquel febrero de 2020 y este de 2022 hay una gran diferencia: las vacunas. Para reflexionar sobre este punto y sobre las lecciones aprendidas, entrevistamos a Sonia Zúñiga, viróloga e investigadora de coronavirus en el Consejo General de Investigaciones Científicas (CNB-CSIC), una de las voces expertas que más ha acaparado la atención de los medios de comunicación en los últimos dos años.

 “Ahora que está acabando esta sexta ola de esta pandemia de la Covid-19, tan virulenta, sabemos que si no hubiéramos contado con vacunas habría sido un desastre”, recalca la viróloga e investigadora Sonia Zúñiga que lleva más de 20 años investigando sobre coronavirus.

Pero ¿qué diferencia esta pandemia de las anteriores? Una de las más documentadas, la de 1918, afectó más a niños y gente joven, como suele suceder con la gripe, aunque hubo lugares en los que todo el mundo murió. Sin embargo, la información sobre pandemias causadas con coronavirus era muy insuficiente e incompleta.

“No se había dado importancia a los coronavirus hasta 2002, cuando aparece el Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS en sus siglas en inglés), que, afortunadamente, se pudo controlar muy rápido. Antes, desde los años 60, sí se había comenzado a estudiar los coronavirus animales, especialmente qué tiene la proteína recombinante para inducir respuesta de los anticuerpos”, recuerda.

Tras la aparición del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS en sus siglas en inglés) en 2012, se produjo un incremento en el estudio de vacunas. Esta nueva oleada pudo de nuevo controlarse, gracias a que se vio que este virus es fácilmente transmisible de camello a humano, pero no de persona a persona.

Como recalca esta investigadora, cuando surge la pandemia actual de Covid-19 “todos teníamos claro que las vacunas eran necesarias, sabíamos qué debían tener y disponíamos de las plataformas de vacunas precisas”.

20 años de investigación

El contacto de Sonia Zúñiga con los coronavirus se remonta a 2001, cuando terminó su tesis, que dedicó a las levaduras. “Buscaba un laboratorio en el que trabajar y encontré el Laboratorio de Coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología-CSIC por casualidad”, explica. En estas dos décadas, el panorama ha cambiado mucho. El problema en este campo, desde su punto de vista, es que estos virus “tienen genomas muy grandes que dificultan su manipulación”.

Uno de los hitos clave para el desarrollo de vacunas fue entender que el virus cuenta con genes específicos que desarrollan la patología.

“Como he comentado, el SARS y el MERS impulsaron el interés en este virus y nuestro grupo pasó de estudiar coronavirus animales a coronavirus humanos. Las colaboraciones con otros grupos permitieron generar modelos animales que nos llevaron a entender mejor tanto a los propios virus como a las enfermedades que causan y desarrollar vacunas dirigidas. La ingeniería genética juega un papel clave”, subraya.

Con todo este conocimiento adquirido, ¿habrá vacuna española surgida de su laboratorio? La vacuna por la que ha optado desarrollar es, en opinión de Sonia Zúñiga, “la más compleja del mundo, puesto que está basada en los replicones RNA derivados de los genomas del MERS y del SARS-CoV-2”. Un replicón es una copia del genoma RNA del virus del que, por la citada ingeniería genética, se eliminan varios de los genes que causan la infección y la enfermedad. Así, el virus se atenúa y la propagación es deficiente -lo que lo hace muy seguro-, y los replicones inducen una respuesta inmune protectora.

Los resultados en animales de la vacuna que está desarrollando el CSIC “han sido muy prometedores, mostrando una inmunidad esterilizante, que impide que el virus se replique en los animales vacunados, por lo que se bloquea la transmisión del virus. Así, podría desarrollarse una vacuna esterilizante, que protegiera tanto de la enfermedad como de la infección”, comenta la investigadora. “Ahora, deben incorporarse empresas para impulsar su desarrollo, pero eso ya no depende de nosotros”, añade.

¿Qué lecciones hemos aprendido de la pandemia?

Tras dos años de convivencia con la Covid-19, son varias las lecciones aprendidas que destaca Sonia Zúñiga. En primer lugar, considera que hay que hacer “mucho caso” a la vigilancia de los virus zoonóticos, es decir, aquellos que provienen de los animales y pueden transmitirse a humanos y causar enfermedades. “Hay coronavirus que circulan en los murciélagos y que son muy patogénicos. No se sabe cuándo y dónde pueden aparecer”, alerta.

Otro aspecto que considera clave es que, cuando aparezca un nuevo virus, gripe u otro tipo de coronavirus, debe disponerse de estrategias para desarrollar antivirales –como vacunas y medicamentos- “muy pronto, tal y como se hace cada año con la gripe”.


Sonia Zúñiga es investigadora del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC) y miembro del editorial board de Virus Research, Heliyon y Pathogens. Además, es miembro de la Sociedad Española de Virología (SEV), de la Sociedad Europea de Virología (ESV) y coordinadora de la subtemática de vacunas de la Plataforma Temática Interdisciplinar (PTI) en Salud Global del CSIC. Sus principales líneas de investigación están centradas en el estudio de las bases moleculares de la patogénesis de coronavirus y en el desarrollo de vacunas e identificación de nuevas dianas terapéuticas. Cuenta con 20 años de experiencia trabajando con coronavirus, con descubrimientos relevantes sobre su mecanismo de transcripción, los mecanismos moleculares del antagonismo de la respuesta inmune innata por proteínas virales, el desarrollo de sistemas de genética reversa para coronavirus emergentes y el desarrollo de vacunas para su uso en sanidad animal o humana.

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Javier Granda Revilla es periodista freelance especializado en salud con más de 20 años de experiencia. Colabora con El Mundo, Diario Médico, Forbes, Telemadrid y La Razón, entre otros medios. Es vocal de la Junta Directiva de la Asociación Nacional de Informadores de Salud (ANIS), institución que agrupa a más de 600 comunicadores de salud, que le concedieron el Primer Premio a la Mejor Labor de Comunicación. Fue, entre 2009 y 2021, profesor de Comunicación Científica en el Máster ESAME de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona. En 2021 fue premiado por la Sociedad Española de Hematología y Hemostasia por un reportaje publicado en Diario Médico.