La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de Glasgow ha vuelto a reavivar el debate sobre la necesidad de cambiar nuestros hábitos alimentarios para preservar los ecosistemas y, como consecuencia, mitigar la emergencia climática. En el origen de este debate hay varios informes y artículos científicos donde se alerta sobre las consecuencias de mantener los actuales sistemas de producción y consumo de alimentos, y promueven un cambio hacia modelos más sostenibles.

Uno de ellos es el informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU que pone el foco en el impacto que los hábitos alimentarios de los seres humanos provocan en los suelos de la Tierra y en cómo deberíamos adoptar una dieta más sostenible para luchar contra su degradación.

En este informe se destaca también que el cambio climático afecta a los cuatros pilares de la seguridad alimentaria: disponibilidad (rendimiento y producción), acceso (precios y capacidad para obtener alimentos), utilización (nutrición y preparación de alimentos) y estabilidad (alteraciones de la disponibilidad).

El tipo de alimentos que consumimos, su origen y la forma en la que se producen, cómo se procesan y distribuyen, su transporte, dónde los compramos, la manera en que los envasamos y conservamos, la cantidad que acabamos comiendo o tirando a la basura y la forma en la que se gestionan sus residuos, determinan el impacto medioambiental de nuestra alimentación.

Por otra parte, el informe EAT- Lancet sobre ‘Alimentos, Planeta y Salud’, primera revisión científica de lo que constituye una dieta saludable a partir de un sistema alimentario sostenible elaborada por más de 35 expertos de todo el mundo, concluye que alimentar a una población futura de 10 mil millones de personas no será posible sin cambios sustanciales en nuestra dieta y hábitos alimentarios, la mejora de la producción de alimentos y la reducción del desperdicio de alimentos.

Según el estudio ‘Emisiones de gases de efecto invernadero en el sistema agroalimentario y huella de carbono de la alimentación en España’ la mayor parte de los gases de efecto invernadero relacionados con los alimentos se asocia a la fase de producción, si bien ha ido perdiendo peso en los últimos años, y al uso de energía fósil para el transporte de algunos alimentos, que recorren largas distancias para llegar a nuestras mesas.

Junto al transporte, la fabricación de envases de un solo uso y la gestión de los alimentos que se acaban tirando a nuestros cubos de basura, son otros de los responsables de la huella de carbono del sistema agroalimentario.

En este contexto, la Comisión Europea puso en marcha a finales de 2019 el Pacto Verde Europeo con el objetivo de hacer evolucionar el sistema alimentario actual de la UE hacia un modelo sostenible en el marco de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas y contribuir al logro de la neutralidad climática en 2050.

Con esta estrategia se pretende garantizar suficientes alimentos a toda la población, que sean asequibles y nutritivos sin superar los límites del planeta; reducir a la mitad el uso de plaguicidas y fertilizantes y la venta de antimicrobianos; aumentar la cantidad de tierra dedicada a la agricultura ecológica; promover un consumo de alimentos más sostenible y unas dietas saludables; reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos; luchar contra el fraude alimentario en la cadena de suministro y mejorar el bienestar de los animales.

Por su parte, el sector agroalimentario está desarrollando diferentes iniciativas para reducir y revertir este impacto. Entre ellas, la tendencia al residuo cero a través de la reducción, reutilización y reciclaje de los envases, la optimización en el diseño de los productos de embalaje, la mejora de los procesos de la cadena agroalimentaria para reducir las pérdidas y el desperdicio alimentario, la sustitución de fertilizantes químicos por orgánicos, la recuperación de agua y energía para su reutilización, así como la sustitución de los combustibles fósiles y la renovación de flotas para el transporte de los alimentos.

Desde el punto de vista del consumidor, la OMS recomienda modificar nuestras dietas hacia opciones que además de mejorar nuestra salud, contribuyan a preservar nuestro entorno, incrementado el consumo de alimentos de origen vegetal, yendo hacia modelos de consumo de productos de temporada y de cercanía, y, por supuesto, intentando reducir al máximo los residuos y los desperdicios.

Así pues, el compromiso colectivo de toda la sociedad para promover el cambio en la manera en que se producen, distribuyen y consumen los alimentos es esencial para contribuir a la lucha contra el cambio climático.

Referencias

IPCC. Sexto Informe de Evaluación

https://www.ipcc.ch/site/assets/uploads/2020/10/2020-AC6_es.pdf

https://www.ipcc.ch/languages-2/spanish/

 Informe EAT-Lancet sobre Alimentos, Planeta, Salud

https://eatforum.org/content/uploads/2019/07/EAT-Lancet_Commission_Summary_Report_Spanish.pdf

 Emisiones de gases de efecto invernadero en el sistema agroalimentario y huella de carbono de la alimentación en España

Aguilera, E., Sanz Cobeña, A. (2020). Emisiones de gases de efecto invernadero en el sistema agroalimentario y huella de carbono de la alimentación en España. Real Academia de Ingeniería.

 Reducing food’s environmental impacts through producers and consumers

Poore J. Science. 2018 Jun. Vol 360(6392): 987-992 https://www.science.org/doi/full/10.1126/science.aaq0216